Demasiado extraño.

Todo es demasiado extraño, siento como si fuese un humano en un mundo de marcianos, que no al revés. Cada día me parece más extraño el ser humano, o al menos, los que me rodean. Entiendo menos a la gente, su comportamiento, su modo de ser. Quizás, es que cada día yo me vuelva un poco menos humano, o tenga menos ganas de serlo, a pesar de que siempre me haya parecido demasiado poco ético. Por eso me agrada ver a la gente diferente, aunque simplemente sea por seguir una moda, pero al menos puedo comprender el porqué de su situación. No logro comprender apenas nada, me siento absolutamente perdido, en un mundo en el que los que más te quieren, son a los que menos comprendías, pero...acabaras comprendiéndolos.

Momentos.

Los componentes que dan forma al trozo enorme de arcilla son los momentos. Las experiencias, las vivencias, los recuerdos que tenemos de cada uno de estos. Hay momentos que recuerdas y sonríes, o que por el contrario, lloras al vivir de nuevo en tu memoria aquello. También están esos momentos que ocuparon un pequeño espacio del reloj de arena, y que ya ni siquiera recuerdas, pero ahí estuvieron. Los momentos y la experiencia es lo que nos moldea, lo que nos hace a cada uno. Cuando no has sembrado más que ceniza, no esperes recoger gran cosa. Como decía la canción; 'Un día más es un día menos.' Exactamente, cada día que pasa resta tiempo a tu existencia. Hay personas que deciden hacer que cada uno de sus días merezca la pena, y otros, en cambio, que ya están cansado de todo, y solo espera que su camino hacía el final sea lo más llevadero posible.

Terror.

Sentimos miedo, miedo a algo que no sabemos si podremos superar, miedo que en realidad es duda, pero con el riesgo de perder algo. Quien no tiene nada, no tiene tampoco miedo. Me tomaría esa frase como cierta, en serio, si no fuera porque hay algo que todos tenemos, y que siempre podemos perder, nuestra vida. Por lo tanto, siempre tendremos miedo. El terror a morir nunca nos abandona, pero sin embargo...a veces la desesperación nos hace superar ese miedo, y acabar de una vez por todas con las barreras, e incluso con nuestra propia vida. Hay gente que se toma la vida menos en serio que otras. Yo, sinceramente, me la tomo como el mayor de mis temores. No se puede vivir asustado, pero si preparado.

Noches.

Hay noches, noches, y noches. Noches de colores. Noches oscuras. Noches blancas y noches negras. Noches en compañía, y otras en soledad. Noches con gente, otras con botellas. Noches entre sábanas, con o sin alguien a quien abrazar. Noches en terrazas, donde fumarse un par de cigarros era mejor que cualquier otro sistema de ocio modernizado. Noches en las que no hacían falta luces de neón, solo dos almas y un colchón. Noches en las que querías volar. Noches en las que no podías ni andar. Noches en las que las farolas te cegaban. Noches en las que no veías nada. Noches en las que estabas tan perdido que intentaste hablar con las paredes y apoyarte en las personas. Noches, en las que te extrañé.

Pero por más que intente evitarlo, las noches serán el corazón del sueño.

Momentos para recordar.

Hoy es uno de esos días en los que uno prefiere simplemente recordar, recordar aquello que fuiste, aquello que fuimos. Lo que somos y recordar la ilusión en la que antes mirábamos al futuro y nos inquietaba descubrir todo aquello que seremos. Ahora, sin embargo, recordamos que ya nada nos importa.

Botellas, corazones, y cristales.

¿Qué somos? Somos seres a los que les encanta sufrir. Nos enamoramos, con la esperanza y la ilusión de encontrar esa sensación que nos haga entrar en el cielo, tocar las nubes con nuestros labios, acariciar el sol con la yema de nuestros dedos sin quemarnos...pero una inestimable parte de nuestro interior, de nuestro ser racional, nos dice a gritos de socorro, que si nosotros somos humanos, y por decreto, seres cambiantes (pues cambiamos de gustos, de pelo, de ropa, de coche, de casa, de prácticamente todo, a veces incluso de alma), pues también cambiaremos de pareja. Así, como si te levantases con ganas de desayunar un dulce de leche en lugar de tus rutinarios, baratos y sanos cereales de fibra. Te despiertas, y ya no quieres a la persona que duerme junto a ti. Te vas despertando día a día, dándote cuenta de que quizás la otra persona aún sigue durmiendo, pero eso ya no te importa. Lo despiertas, y le das una botella, y una bolsita, para que recoja su corazón, o lo que queda de el, que no son más que un puñado de cristales rotos.

Reflexión.